En medio del habitual torbellino de teorías de conspiración, rumores de pasillo y titulares sensacionalistas, el Departamento de Estado de Estados Unidos salió a apagar el fuego con un simple pero tajante balde de agua fría: no existe ninguna lista de políticos mexicanos con visas revocadas o en proceso de investigación. Lo dijo claro, sin ambigüedades, tras una solicitud de información de Radio Fórmula. Ni lista, ni nombres, ni persecuciones diplomáticas en curso.
La confusión creció como hiedra venenosa en redes sociales, alimentada por cuentas anónimas y una comunidad digital que cada día parece más ávida de escándalos que de certezas. La versión que más ruido hizo en X (antes Twitter) apuntaba directamente contra el gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, quien supuestamente habría perdido su visa americana. Falso. Y tan falso que la Vocería de Seguridad de Tamaulipas tuvo que publicar un desmentido oficial para contener la ola de desinformación.
“Se recomienda a la ciudadanía no difundir información falsa”, escribió la Vocería, con la claridad institucional que intenta imponerse en un océano de bots y opinólogos sin rostro. El propio Departamento de Estado reforzó este mensaje al subrayar que no se ha emitido ninguna lista de gobernadores, legisladores o exfuncionarios mexicanos en una supuesta «lista negra». Nada. Ni por política ni por capricho.
Entre los nombres que el murmullo digital quiso poner en la hoguera mediática, además de Villarreal, apareció el de la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila. De nuevo: ninguna autoridad estadounidense ha confirmado sanciones migratorias o restricciones hacia ella. El silencio de la Embajada de Estados Unidos en México, en este caso, ha sido más elocuente que cualquier pronunciamiento.
¿A qué se debe entonces esta oleada de versiones infundadas? En parte, a la confusión generada por declaraciones recientes del expresidente Donald Trump sobre planes de deportación masiva, en parte a la siempre útil narrativa de que “los gringos nos están vigilando”. Lo cierto es que ni el Departamento de Estado ni ninguna agencia estadounidense ha publicado lista alguna. Y si la tuvieran, créanlo, no la filtrarían a través de un tuit con faltas de ortografía.
Este tipo de rumores, lejos de fortalecer la transparencia, debilitan la credibilidad de las instituciones y siembran desconfianza entre los ciudadanos. En un país donde las conferencias matutinas se han convertido en sustitutos del boletín oficial, la diferencia entre una ocurrencia y una política pública es cada vez más tenue. Y las redes, en vez de fiscalizar, amplifican la desinformación.
Eso sí, más allá de lo que no hay, lo que sí queda claro es que la relación bilateral entre México y Estados Unidos sigue siendo de alta sensibilidad. Los cruces fronterizos, los intercambios económicos y la colaboración en temas de seguridad dependen, en gran medida, de la diplomacia silenciosa y no de los hashtags. Es ahí donde debe estar puesta la atención.
Por lo pronto, lo único que se ha confirmado es que no hay lista. Ni de 44 hombres, ni de 10 mujeres, ni de políticos incómodos para la Casa Blanca. Solo queda el eco de una mentira digital y la necesidad urgente de que el debate político en México se base más en hechos que en likes.
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