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Correr lento es avanzar más: los beneficios ocultos del trote suave

La imagen del corredor que se esfuerza al límite, empapado en sudor y superando marcas personales en cada sesión, ha sido durante años el emblema del rendimiento y la disciplina. Sin embargo, expertos en deporte y salud han comenzado a cuestionar esa visión y a destacar las ventajas de una práctica aparentemente sencilla pero profundamente eficaz: correr lento.

Según un artículo publicado por Runner’s World, mantener sesiones de carrera a baja intensidad no solo es seguro para la mayoría de las personas, sino que también mejora el rendimiento físico, protege al organismo de lesiones y potencia el bienestar general. En lugar de agotarse a diario, la clave está en aprender a moverse con moderación y constancia.

Correr, una de las actividades físicas más accesibles, se ha popularizado precisamente por su sencillez. No requiere más que unas zapatillas adecuadas y la voluntad de salir al aire libre. Se puede practicar casi en cualquier lugar y en cualquier momento, lo que permite que personas de todas las edades y niveles se sumen a esta actividad. En este contexto, la incorporación de carreras suaves en la rutina diaria aparece como una herramienta poderosa para obtener beneficios tangibles sin necesidad de extenuarse.

Uno de los conceptos clave es el entrenamiento en “zona 2”, que corresponde a un nivel de esfuerzo entre el 60 % y el 70 % de la frecuencia cardíaca máxima. Es un ritmo cómodo, en el que se puede mantener una conversación sin dificultad. Lejos de ser solo una recomendación para principiantes, esta estrategia está avalada por científicos y atletas experimentados, ya que permite que la actividad sea sostenible y que el cuerpo se recupere sin verse sobrecargado.

Los beneficios de correr a ritmo lento son múltiples. Además de mejorar la salud cardiovascular, fortalecer músculos y huesos, y reducir el riesgo de enfermedades crónicas, esta práctica también contribuye al equilibrio emocional. Mejora el estado de ánimo, la calidad del sueño, la función cerebral y permite un gasto energético sostenido que puede ayudar a controlar el peso sin necesidad de dietas estrictas. En resumen, es una forma eficaz de cuidar el cuerpo sin someterlo a un estrés innecesario.

En términos de rendimiento deportivo, los efectos positivos son igualmente notables. Carlos Rojo, corredor aficionado y especialista en equipamiento, explicó que al correr lento se favorece el metabolismo aeróbico, un sistema energético más eficiente y duradero que utiliza el oxígeno para transformar grasas y carbohidratos en energía. Además, este tipo de entrenamiento estimula la producción de mitocondrias, las centrales energéticas de las células, lo que se traduce en una mejor resistencia y una recuperación más rápida después del ejercicio.

Según Rojo, incorporar sesiones suaves en la rutina no solo protege al cuerpo del desgaste, sino que también fortalece la base del rendimiento a largo plazo. “Correr lento no es retroceder, es construir una base sólida”, afirmó. Esta estrategia permite mantener la motivación, evitar lesiones y mejorar la eficiencia energética, elementos esenciales para todo corredor que busque progresar sin quemarse en el intento.

En definitiva, correr despacio no es una señal de debilidad ni una etapa pasajera del entrenamiento, sino una práctica inteligente que combina ciencia, sostenibilidad y salud. Un recordatorio de que, a veces, avanzar más lento es la forma más segura de llegar más lejos.

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