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Transporte con perspectiva de género: avances y retos en la movilidad de las mujeres en CDMX

 

La Ciudad de México ha sido pionera en América Latina al implementar políticas de transporte con enfoque de género. Sin embargo, garantizar trayectos seguros y dignos para todas las mujeres sigue siendo un desafío pendiente.

En la vida cotidiana de millones de mujeres en la Ciudad de México, desplazarse no solo implica llegar a destino: también significa enfrentar riesgos, planificar horarios con precaución y, muchas veces, alterar rutas para evitar agresiones. Según la Encuesta Origen-Destino 2021, el 52% de los viajes diarios en la capital son realizados por mujeres, y más del 80% de ellas ha experimentado algún tipo de acoso en el transporte público o en el espacio urbano.

Un problema estructural de seguridad y desigualdad

El transporte, diseñado históricamente desde una lógica neutral —en realidad masculina—, no ha considerado las particularidades de la movilidad femenina. Las mujeres tienden a realizar trayectos más cortos, fragmentados y con múltiples paradas, asociados a tareas de cuidado, educación y compras. Sin embargo, los sistemas de transporte suelen priorizar los recorridos lineales casa-trabajo, lo que las obliga a invertir más tiempo y dinero en sus traslados.

A esto se suma la violencia cotidiana. Las cifras del Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México (Inmujeres CDMX) muestran que cuatro de cada diez mujeres ha sufrido acoso verbal o físico en el transporte público. Estos datos reflejan una realidad que limita su libertad de movimiento y, por tanto, su derecho a la ciudad.

El “transporte rosa”: una respuesta local con impacto internacional

En 2008, la CDMX implementó el programa de “transporte rosa”, una iniciativa que reservó vagones exclusivos para mujeres y menores de edad en el Metro, espacios diferenciados en el Metrobús y servicios de taxi con conductoras mujeres. Inspirado en modelos asiáticos, el programa buscaba ofrecer una alternativa temporal ante los altos niveles de acoso.

La medida generó un impacto positivo inmediato: mejoró la percepción de seguridad y aumentó la participación femenina en el transporte público. Sin embargo, también abrió un debate sobre su carácter segregador. Expertas como la urbanista Martha Heredia señalan que, si bien estos espacios son necesarios ante la emergencia, “no deben sustituir políticas de seguridad integral ni educación de género”.

Políticas públicas y enfoque transversal

En los últimos años, el gobierno capitalino ha avanzado hacia un modelo más estructural. En 2023 se presentó la Estrategia de Movilidad con Perspectiva de Género, que incluye medidas como:

  • Capacitación obligatoria en género y derechos humanos para choferes, policías y personal operativo.
  • Diseño urbano con perspectiva de seguridad: mejor iluminación, visibilidad, señalización y cámaras en paraderos.
  • Campañas permanentes contra el acoso y protocolos de atención inmediata.
  • Integración del botón de pánico en apps de transporte privado como Uber, Didi y Cabify, con enlace directo a la Secretaría de Seguridad Ciudadana.

Además, el Metrobús Línea 7 incorporó un sistema de videovigilancia en tiempo real y espacios exclusivos de ascenso para mujeres en horas pico, mientras que el programa “Viaja Segura” sigue promoviendo la denuncia y el acompañamiento institucional.

Tecnología y participación ciudadana

Las herramientas digitales también están abriendo nuevos caminos. Aplicaciones como “Amigas en el Camino” permiten reportar incidentes y compartir ubicaciones en tiempo real, mientras que organizaciones civiles han desarrollado mapas colaborativos de zonas inseguras. Esta combinación de tecnología y acción comunitaria fortalece la prevención y la respuesta ante situaciones de riesgo.

Hacia una movilidad verdaderamente inclusiva

Garantizar un transporte seguro para las mujeres no solo es una cuestión de seguridad, sino de justicia social y equidad urbana. Cuando una mujer se siente libre de moverse sin miedo, gana autonomía, oportunidades laborales y participación en la vida pública.

El reto de la CDMX es pasar del transporte “rosa” al transporte igualitario, donde todas las personas puedan viajar sin violencia, sin segregación y con plena confianza. Lograrlo implica rediseñar la movilidad con base en las experiencias reales de quienes más la utilizan.

En el futuro, las ciudades más avanzadas no serán las que tengan más autopistas, sino aquellas donde las mujeres —sin importar edad, condición o destino— puedan moverse con seguridad y dignidad. La movilidad con perspectiva de género no es un lujo: es una condición básica para construir una ciudad verdaderamente habitable.

Etiquetas: género, transporte, seguridad, CDMX

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