Ciudad de México, 11 nov (Agencia Maya Comunicación).- Imagínate la escena: una carpa en la Lagunilla, olor a elotes y sudor de pueblo, y de pronto un güey más flaco que palo de escoba agarra el micrófono y suelta: “¡De nombre arcángel, de apellido teutón, y de oficio… ladrón!”. El público se parte la madre de risa, pero los guaruras del presidente ya están afilando los nudillos.
Ese era Jesús Martínez “Palillo”, nacido en Guadalajara un 13 de abril de 1913, cuando todavía no existía el Metro y los camiones eran de madera. Llegó al defe en el 35 con una maleta de cartón y ganas de hacerla en grande. Montó su carpa, juntó a la banda —hasta Cantinflas le echaba la mano— y convirtió el teatrito de lona en la tribuna más cabrona contra el gobierno.
Palillo no andaba con rodeos. Salía con su pantaloncito corto, su frase de guerra: “¡Soy hombre, macho, masculino, del verbo no te agaches porque hay peligro!”, y de ahí pa’l real. Nueve veces lo metieron al tambo, le clausuraron teatros desde Tijuana hasta Mérida, y una que otra madriza le llovió por órdenes de los “pulpos chupeteadores”. Pero el carnal volvía al día siguiente, más terco que mula en lodo.
¿Te acuerdas de cuando soltó que el PRI fundó la corrupción “junto con el IVA, medio metro y sin saliva”? Pos los polis llegaron en chinga, le quitaron el micrófono y se lo llevaron al MP. O aquella vez que dijo que un día el presidente en su informe gritaría “¡Sálvese quien pueda!”. Los diputados se hicieron patos, pero los guaruras no: le dejaron la cara como mapa de la CDMX.
Sus obras eran puro desmadre con mensaje: Adiós Guayabera Mía para Echeverría, Agarren a López por Pillo para el otro, La Corrupción S.A. con oficinas en Los Pinos. Y ni hablar de Chiva de Corazón, donde defendía a las Chivas “cuando ganaban cinco varos y le tenían amor a la camiseta”. Al América le aventaba: “¡Nomás meten goles con patas extranjeras, qué bárbaros!”.
Ana Martín, su hija, cuenta que en casa era el mismo: si veía un político en la tele, agarraba el control y le ponía mute. “Pa’ qué escuchar mentiras, mija”. En los estadios se armaba de palabras con los porros americanistas, pero nunca le tocaban un pelo… bueno, casi nunca.
En el 58, después de una función en el Blanquita, lo esperaron afuera. Le dieron con tubo y todo, pero al día siguiente ya estaba en radio: “Me dejaron como piñata, pero aquí sigo, ¡no me rajo!”. Los archivos del AGN guardan las fotos: moretones, pero la sonrisa intacta.
Hoy, 31 años después de que se fue, los morros de TikTok reviven sus frases cuando algún alcalde se pasa de listo. En X, un usuario de Ecatepec tuiteó: “Pulpos chupeteadores 2.0, ahora con apps”. Y en la Roma, un mural en la calle Colima tiene su cara y la leyenda: “No te agaches, carnal”.
Palillo se fue un 11 de noviembre del 94, pero su voz sigue retumbando en las carpas que ya no existen, en los microbuses donde alguien cuenta el chiste, en el estadio Jalisco cuando las Chivas meten gol de chilena. El rey de las carpas no necesita corona: le basta con que no nos agachemos.














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